La duquesa de Kent y el funeral que rompe con siglos de tradición
- Alicia
- 14 sept
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La conversión al catolicismo de Katharine Worsley encuentra su reflejo final en un funeral histórico que desafía la tradición anglicana de la monarquía británica.
El pasado 4 de septiembre falleció Katherine Lucy Mary Worsaley, duquesa de Kent, esposa del príncipe Eduardo, duque de Kent, primo hermano de la fallecida reina Isabel II.
La duquesa nació el 22 de febrero de 1933 en el seno de una distinguida familia de Yorkshire, y el 8 de junio de 1961 se casó con el príncipe Eduardo en la catedral de York, entrando así a formar parte de la familia real británica.
A pesar de que será un funeral privado, y no un funeral de Estado - solo reservado en Reino Unido para monarcas, herederos al trono, y figuras de excepcional importancia nacional - es un acto que está causando cierta expectación y ocupando algunos titulares en los medios de comunicación ya que será el primer funeral católico dentro de la familia real en varios siglos.

¿Qué tiene esto de especial?
Nos tenemos que remontar hasta 1534, cuando Enrique VIII rompió con Roma y se proclamó cabeza de la Iglesia de Inglaterra, dando comienzo a la Reforma Inglesa que culminó con el establecimiento definitivo de la Iglesia Anglicana como religión oficial, y de la cuál, el o la monarca británico pasó a ser la máxima autoridad.
Desde entonces, la duquesa de Kent ha sido el primer alto miembro de la familia real británica en abrazar el catolicismo públicamente con su conversión oficial en 1994. Y para que se entienda lo significativo del gesto - cualquiera puede pensar que hoy en día ese tipo de cosas no tienen la menor importancia - desde la reforma inglesa, los católicos habían quedado excluidos de la línea de sucesión al trono por el Acta de Establecimiento de 1701. Y aunque la duquesa no estaba en la línea directa, el gesto sí que estuvo cargado de un gran simbolismo.
¿Cómo va a ser el funeral?
Que no vaya a ser un funeral de estado no quiere decir que vaya a ser un funeral íntimo y discreto, no, la familia real británica no actúa así, y me encanta que no lo hagan - un poquito de sana ostentación real siempre da buenos temas de los que hablar en una newsletter como esta - así que se han preparado una serie de actos privados para despedir la duquesa de Kent.
Actualmente el féretro de la duquesa de Kent se encuentra reposando en la capilla privada del Palacio de Kensington, donde permanecerá hasta el día 15 cuando será trasladado a la Catedral de Westminster, principal templo católico de la ciudad de Londres. Durante el recorrido, el coche fúnebre estará precedido por un gaitero de la Royal Dragoon Guards, un regimiento de caballería blindada del Ejército Británico del que la Duquesa fue designada Coronel en Jefe Adjunto (Deputy Colonel-in-Chief) desde su creación en 1992. Una figura honoraria, y no un mando militar real, que refleja el apoyo y mantiene la tradición de cercanía entre la Corona Británica y el ejército.

Una vez en la catedral, una comitiva del Royal Dragoon Guards recibirá y portará el féretro para dar inicio al rito de recepción y a las vísperas, tras los cuales descansará durante la noche en la Capilla de la Santísima Virgen María, en espera de la Misa de Réquiem que se celebrará al día siguiente.
La Misa será oficiada por el cardenal arzobispo de Westminster, el cardenal Vicent Nichols, y contará con la participación adicional del obispo James Curry.
Concluida la misa, el féretro será trasladado al Cementerio Real de Frogmore, en Windsor, donde tendrá lugar el entierro y donde reposarán para siempre los restos mortales de la Duquesa de Kent.
¿Qué implicaciones protocolarias tiene?
Quizás la implicación más relevante de protocolo a nivel institucional, es el periodo de luto para la Familia Real. Esto implica que los integrantes de la familia real vestirán de luto - ya se ha visto al los príncipes de Gales vistiendo de luto en actos oficiales -, así como su personal que llevarán brazaletes negros en sus uniformes. La bandera de Buckingham Palace ya ha estado arriando a media asta, y volverá a hacerlo en todas las residencias reales oficiales el día 16 de septiembre, día del funeral.

Es importante resaltar aquí la diferencia con el luto oficial estatal, en este caso es la bandera de las residencias oficiales de la familia real, no de todas las instituciones. Cuando hablamos de luto oficial de estado - como en el caso de un funeral de estado - las banderas ondean a media asta en todos los edificios oficiales institucionales, en este caso, al ser un funeral privado solo aplica a la familia, y sus residencias.
En cuento a los compromisos oficiales, la agenda se mantendrá, pero probablemente se cancelen los compromisos más lúdicos o que tengan un carácter muy festivo.
La presencia durante los actos del rey Carlos III, la Reina Consorte y otros miembros de la familia real asegura que se mantendrán ciertas normas de etiqueta y protocolo real, habría que ver en este caso cómo se organiza el orden de precedencias entre la familia directa (esposo, hijos y nietos) y los miembros más relevantes de la familia real.
Un dato relevante, y nuevo, es que al ser un funeral católico, el Rey - cabeza de la Iglesia Anglicana - va a participar simplemente como familiar y no como autoridad religiosa.

Más allá del ceremonial, del protocolo y de la inevitable pompa que acompaña a cualquier acto de la realeza británica, el funeral de la duquesa de Kent marca un momento histórico. Su despedida no solo honra a una mujer que formó parte de la familia real durante más de seis décadas, sino que también simboliza un gesto de reconciliación entre tradiciones religiosas que durante siglos estuvieron enfrentadas en Inglaterra.
La duquesa de Kent será recordada no solo por su papel discreto pero constante dentro de la familia real, sino también por haber abierto un capítulo singular en la historia de la realeza británica: el de un funeral católico en pleno siglo XXI, más de cuatro siglos después de la ruptura con Roma.
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