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La 80ª Asamblea General de la ONU en Nueva York: un repaso a la cita más importante de la diplomacia mundial

  • Foto del escritor: Alicia
    Alicia
  • 28 sept
  • 4 Min. de lectura

Cada septiembre, Nueva York se convierte en el epicentro de la diplomacia internacional. Este año, la ciudad ha acogido la 80ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, un encuentro que reúne a líderes de los 193 Estados miembros, junto con observadores y organizaciones internacionales. Este foro, que celebró su primera sesión en Londres en 1946, se ha consolidado como el principal espacio de deliberación multilateral del planeta. 


La Asamblea General sirve como escenario para debatir los grandes retos globales: desde los conflictos armados hasta el desarrollo sostenible, pasando por el cambio climático, los derechos humanos o los avances tecnológicos. Sus resoluciones no son jurídicamente vinculantes, pero marcan el rumbo de la política internacional y orientan la cooperación entre Estados. En esta ocasión, el lema que guía los debates es “Mejor juntos: 80 años y más por la paz, el desarrollo y los derechos humanos”. Bajo esa idea se han abordado cuestiones tan diversas como la guerra en Gaza y la situación en Ucrania, la reforma del Consejo de Seguridad, la regulación de la inteligencia artificial o la financiación de la transición energética.


80 Asamblea General de las Naciones Unidas
80 Asamblea General de las Naciones Unidas

Ya os podéis imaginar que con tantos países el protocolo tiene que estar muy bien organizado para evitar conflictos (tontos) diplomáticos. Veamos algunos algunos aspectos del protocolo de la Asamblea, pero ya os adelanto que este tipo de organizaciones se caracterizan por buscar siempre las soluciones protocolarias más diplomáticas e imparciales posibles. 


¿Cómo se organizan los asientos? 


Nos os engañéis, cuando hablamos de organismos oficiales, jefes de estado, jefes de gobierno, diplomacia… no hay nada dejado al azar, y los asistentes a este tipo de reuniones no se sientan en el primer sitio que ven disponible. Los asientos son cuidadosamente asignados siguiendo criterios concretos. 

En la sala principal de la Asamblea General hay 193 Estados miembros, cada uno con seis asientos (delegados) que se sientan siguiendo un orden que cambia cada año: el primer asiento se asigna por sorteo, y a partir de ahí los países se colocan alfabéticamente en inglés. De este modo, cada sesión ofrece un mapa distinto de la distribución en la sala.

Por ejemplo, si el sorteo saca “Ghana”, ese país se sienta primero, luego Grecia (Greece), etc.


En el estrado central, detrás del atril desde el que se dirigen los oradores, se encuentran el Presidente de la Asamblea General, que cambia cada año y se elige por rotación regional, y el Secretario General de la ONU o su representante. Junto a ellos se sientan funcionarios encargados de coordinar el desarrollo de la sesión.


S.M. el Rey, Felipe VI, en la Asamblea General de la ONU
S.M. el Rey, Felipe VI, en la Asamblea General de la ONU

Orden de discursos


Esto tampoco se deja al azar. El orden de intervención, al igual que el orden en que se sientan las diferentes naciones en la sala de la Asamblea, tiene un gran relevancia y los organizadores se cuidan bien de que no se generen conflictos por esto y de nuevo se buscan las soluciones más imparciales posibles. 

Por tradición, el primer país en intervenir es siempre Brasil, porque en los primeros años era el único que se ofrecía a abrir el debate y esto le ha hecho ganarse el honor de abrir las intervenciones de las naciones.

En segundo lugar habla Estados Unidos por ser el anfitrión, pero resulta curioso como Estados Unidos no aplica el privilegio del anfitrión en la asignación de asientos, pero sí en el orden de discursos. ¿Casualidad? Ya hemos establecido que en este contexto nada es casualidad. Está claro que asegurarte hablar en segundo lugar siempre será mejor a que te asigne un turno según el orden de solicitud de palabra como al resto de naciones. 

El resto se organiza según un orden de solicitud de palabra, pero con ajustes para:

  • Dar prioridad a jefes de Estado sobre jefes de gobierno, y estos sobre ministros y embajadores.

  • Tener en cuenta equilibrio geográfico (no poner a todos los africanos o europeos seguidos, por ejemplo).

  • Ajustar horarios para compatibilidad con la agenda de los líderes (si alguien debe salir de Nueva York rápido, se le adelanta)


Donald Trump durante su intervención en la Asamblea General de la ONU
Donald Trump durante su intervención en la Asamblea General de la ONU

¿Qué pasa con las banderas? 


Si habéis visto las imágenes —en vídeo o en fotos— que estos días circulan por los medios, quizá os haya llamado la atención un detalle: en la gran sala de la Asamblea General no hay banderas nacionales. ¿Por qué ocurre esto? Estamos tan acostumbrados a ver banderas en escenarios políticos y diplomáticos que su ausencia podría parecer un descuido. Sin embargo, no lo es: se trata de una decisión consciente y cargada de simbolismo.


La Asamblea General es el espacio más universal de Naciones Unidas, y precisamente por eso no se pretende que cada Estado se muestre bajo su emblema nacional, sino que todos formen parte de un mismo foro común. La neutralidad de la sala refleja la igualdad soberana de los miembros y refuerza la idea de que allí se habla en nombre de la comunidad internacional en su conjunto.


Eliminar las banderas nacionales evita la competencia visual entre símbolos, mantiene la solemnidad del ambiente y recuerda que los debates tienen lugar “bajo la ONU”, y no bajo la identidad individual de cada país.


Solo en ocasiones muy excepcionales, como la admisión de un nuevo Estado miembro, se iza la bandera nacional correspondiente. Y aun entonces, el acto no ocurre dentro del plenario, sino en la explanada exterior del edificio, donde las banderas de los 193 Estados ondean juntas, en pie de igualdad.

 
 
 
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